CONFIANZA BÁSICA
En un retiro de meditación Zen suceden cosas. Por ejemplo que te sacudan de la somnolencia existencial en la que vives, aferrado como un camaleón a la rama, mirando para todos los sitios, para no observar en la dirección adecuada, correcta.
El maestro te puede empujar sin tocarte, como un mago…- ¿con qué intención vienen aquí?- pregunta-; me tambaleo en mi propio zafu desde donde oigo la enseñanza.
Por la mañana sentarse, a medio día sentarse, por la noche sentarse… se van acumulando los dolores, van creciendo de forma desmesurada, desesperante. Maestro
¿Y si meditamos tumbados?... esto duele mucho, ¿no será mejor?
Pruébalo - contesta el maestro conociendo la respuesta-. No vale porque el dolor es un punto de partida que abre puertas para la indagación. ¿Están indagando?- el maestro interroga, incomoda, te hace hurgar en los pasillos recónditos de la mente. Esto no es un retiro para divertirse - dice al grupo - con semblante serio, ocultando su bondad-, que lo observa acongojado ¿Por qué un retiro? Un retiro no empieza ni acaba nunca.
¿Cóooomo?- me pregunto-, yo creía que era del 7 al 9 de diciembre de 2007.
Toda la vida es un retiro y ésta pasa rápido. ¡No se duerman! Aprovechen el regalo de forma humana que habitan ahora, en este momento (indagar, reconocer, aceptar con libertad, integrando…, ésa es parte de la tarea) Somos el testigo no el acontecimiento; somos la conciencia que ilumina.
El sensei va sembrando palabras que reconfortan, que dan ánimo al pequeño pero aguerrido grupo de meditadores, que se esfuerza, como en un parto. Descubrir quiénes somos no es gratuito. Requiere paciencia, perseverancia, trabajo, amor, valor…mucho valor.
El maestro va llegando con precisión a nuestras conciencias, desmontando y desbaratando muchos planes del ego y fortaleciendo los tiernos brotes que apuntan a un paisaje infinito.
Siento que la actitud con que vinimos cambia en el último día, en el círculo de corazones; poco a poco se van desgranando las historias personales y nos vamos identificando los unos con los otros, vamos comprendiendo que el sufrimiento es compartido… y la alegría también. Las palabras de la Sangha actúan como un bálsamo sobre nuestras heridas.
Así lo he visto yo. Gracias Maestro Denkô, gracias Sangha
Berto(10 de diciembre de 2007)
P.D. La casa de las Javerianas, en la Atalaya de Santa Brígida (Gran Canaria), se incorpora a nuestro mapa de retiros. El camino que va desde el albergue- donde dormimos y comemos- hasta la casa, a unos pocos cientos de metros- , donde se ha instalado el Dojo que nos acoge, está flanqueado por unos viñedos ateridos, que ya han dado sus frutos, y un pequeño corral de ovejas, que nos regalaron nacimientos de preciosos corderos invernales. Hay también un perro ladrador y un viejo y magnífico pino que no se preguntan ni por qué ladra ni por qué crece, respectivamente.
martes, 1 de abril de 2008
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