Las Tederas del 6 al 8 de Febrero de 2009.Viajamos por carreteras secundarias, más cerca del paisaje, el coche, muy despacio, bordeaba los barrancos…atrás quedaba la ciudad, el tiempo y sus edades. A la llamada del Maestro, entramos en la luz del atardecer del sur de la isla. Afirmación posible de que cada momento es propicio para encontrarnos con nosotros mismos, única rosa de los vientos, único puerto de llegada.
Después, la alegría del encuentro, rostros conocidos, compañeros de camino que llegaban de Tenerife, de La Palma y la alegría también por la presencia de aquellas otras personas que venían por vez primera, conscientes de que no se necesita pasaporte para entrar y salir de nuestro corazón.
Y dijo el Maestro al comienzo: ¿Por qué están aquí? Invitación a la escucha del latido más íntimo. Ritmos diversos del propio ego profundo, que es el de todos, sonaron aquella primera noche. Más tarde, se hizo el silencio.
Poco a poco empezó a sentirse, en un único pulso, el canto del búho, la flor del cactus que se abría y se cerraba cada día, cada noche,…así también de alguna extraña manera, el canto de todos brotó de nuestra garganta en un único sonido, en un sonido muy puro, respirando tanta belleza.
La presencia del Maestro Denkô alumbraba la marcha de cada paso, cada gesto, en generosa entrega.
¡Ay los olores de la cocina! De para en par se abrió el corazón, al fin sereno.
Queridos compañeros, obreros del zen, díganme qué palabras usar para significar la experiencia del más puro gozo. Lo que puede el sentimiento, la valentía, la dicha y el quebranto, la armonía y la nota disonante.
Nada de esto habría sucedido sin ustedes, sin tanto amor engendrado y transmitido desde generaciones antiguas.
Pero después de tan dulce retiro ¿cómo volver al mundo? ¿Cómo volver a la plaza del mercado y practicar la Vía? ¿Es posible estar aquí sin anhelar un nuevo y cálido retiro?
En gasshô
Rita Henríquez
