martes, 8 de julio de 2008

Crónica de las Jornadas de Meditación Zen

Aula de la Naturaleza “Las Tederas”
Gran Canaria
4-6 de julio 2008

De nuevo por el camino tortuoso hacia Las Tederas. El paisaje muy diferente al de la última y la penúltima vez de nuestros encuentros con los maestros. Calor magnifico, calor denso que hace que en su densidad nos sintamos más próximos… buenos augurios. Otra vez juntos, nos sentimos contentos, muy contentos; se nota, se siente. Aunque subyace la tensión “presesshin”, hay una cierta calma, también desde la cocina. Parecería que todos sabemos lo que hay que hacer. El Dojo aparece con una luz amarilla deslumbrante. Todo en orden.

¿Y ahora qué?

Un kôan altamente perturbador que el Maestro nos regaló en su primera enseñanza. Una pregunta que la naturaleza, no precisa. "Las Tederas" viven en la respuesta.

¿Y ahora qué? preguntaba el maestro con cara sonriente debajo del almendro, protegido por la montaña impasible, preguntándoselo, preguntando... Silencio, la procesión va por dentro. Flechas lanzadas en la dirección precisa a cada uno de nosotros, flechas al aire que buscan un destino, misiles cuerpo a cuerpo.

Yendo, viniendo, yendo, viniendo, un ritmo perfectamente marcado por los sonidos de la madera y el metal. Todos juntos, cada vez más perceptivos; a cada yendo, más concentrados, a cada viniendo, más integrados con el paisaje sereno, caliente y deslumbrante.

Comer, dormir, meditar, escuchar, estar, no estar, esfuerzo por comprender. Todo va quedando ahí, donde debe quedar, poco a poco.

Una intensa presencia de todos se sentía. Un bloque de arcilla blanda al que el maestro iba dando forma, con paciencia y compasión, poniendo y quitando barro, hundiendo el dedo en la llaga, acariciando el barro: alfarero amoroso.

¡Canten!
¡Entréguense!
¡Suelten!
Vamos juntos.
¡Que se sienta!


Arengados por las palabras del maestro, cada ceremonia cobraba más fuerza que la anterior. Nuestra voz parecía fundirse por momentos en el todo de las vibraciones que ocupaban el espacio.

De nuevo bajo el almendro, al atardecer, bajo una luz deslumbrante. El maestro lanza sus flechas con punta de amor, como un cupido a cada corazón que lo quiera recibir, a cada corazón abierto a la vida, a todos los corazones.

¿La montaña es la Montaña? ¿El río es el Río? ¿El cielo es el Cielo?
¿La montaña es el Río? ¿El río es la Montaña?
¡Ahí va eso!

Meditación bajo un cielo denso cuajado de luces, sin luna, sin tiempo.
El canto aliado de un búho chico, perros ladradores, las hojas de los árboles relajándose después del calor intenso. Nos refrescamos en la noche acogedora.

Casi el final, domingo por la mañana, última meditación, los rostros interiormente inquisitivos. Habrá “Mondo”, veremos si nos atrevemos a mostrarnos…

El maestro espera, silencioso, tranquilo. ¿Nadie sale? ¿No hay ninguna pregunta que hacer?
Seguramente las tenemos, agolpadas en la garganta. Alguna intervención rompe el silencio.


Finalmente, círculo de corazones, orden en la intervención de los agradecimientos mutuos, pocas reflexiones personales y detrás de todo, mucho cariño, mucho esfuerzo, seres dándolo todo por mejorar la vida de todos.

Vamos juntos, todos juntos, todos los seres juntos...

¿Y ahora qué?
¡SOLTAR!
¿Y ahora qué?
¡AHORA!

Sin cielo, sin montaña, sin río.

Una muy buena jornada de práctica conjunta.
(Rosa Jordi)

lunes, 7 de julio de 2008

Crónica del Segundo Curso del PEB II


La Escuela Yogaçara

Saltándonos la cronología de los seminarios y cursos del PEB, para muchos ésta ha sido nuestra primera participación en un seminario a pesar de ser el segundo seminario del segundo año. La sincera actitud de entrega en la Sangha en este momento conllevó a que el Dojo se llenara de corazones que no querían dejar pasar la oportunidad de escuchar la enseñanza de nuestro querido maestro.

Lo que pensaba que serían unas clases teóricas sobre la escuela Yogaçara durante el fin de semana, ha sido en realidad una llamarada de Dharma que sensei ha lanzado con sus palabras, sus gestos, su mirada y sus pausas, y que a más de uno nos ha quemado las pestañas, cuanto menos.

Nada más entrar al Dojo el sábado por la mañana para el primer zazen, nos encontramos con el primer choque emotivo al reencontrarnos con queridos miembros de la Sangha de Gran Canaria y tantos otros de Tenerife que hacía ya bastante tiempo que no veíamos. Primera sorpresa. El apego hace aparición.

Ver el Dojo lleno y sentir la respiración colectiva de tantos corazones entregados transformó el zazen en un cálido descanso donde Denkô sensei nos regaló un certero kusen que abría la enseñanza. No sentí ningún dolor, sólo descanso.

Un apetecible banquete, regalo de la Sangha, nos permitió coger fuerzas para concentrarnos en el mensaje del maestro y a las 10.00 a.m, reemprendimos el viaje. Breve reseña cronológica y directos al Lankavatara Sutra, libro principal de la escuela Yogaçara del que tanto se ha influenciado el Zen. Mucho más de lo que me imaginaba.

"¿Son las olas el mar?"
"¿Existe antes el creador o el objeto creado?"

Profundas preguntas que hicieron temblar mi ego, flechas que comenzaron a hacerle daño al yo, se sucedían una tras otra. ¡Mi madre! ¡Qué encerrona! Aquello no era un cuento de hadas, aquello causaba dolor a través de la intuición. Entonces, ¿el río del karma es donde yacen las tendencias kármicas de los muertos? La vida y la muerte no existen, todas las tendencias kármicas están en el río del karma, de vivos y de muertos, la causa y el efecto. Shock. La duda nos asaltó a todos y entonces nos planteábamos juntos: ¿qué cosa es la empatía? Me quedé con la idea de que habría distintos tipos; la más pura situada en el nivel de Alaya, en el nivel donde se encuentra el arte, la precognición, lo sutil, ese nivel que para muchos de nosotros todavía está en el piso de arriba.

Llegada la mitad de la jornada del sábado, la mayoría disfrutamos de un magnífico almuerzo en un vietnamita donde la comida estaba riquísima para disfrutar luego de una pequeña cabezada en el Dojo donde, por cierto, se duerme estupendamente.

Jornada de tarde: Skandhas, Mano, Manas, Alaya y Amala. Los tres mundos. No pude comprender qué cosa es Amala, me quedé con el blanco de la pizarra. Todo y nada, vacuidad.
En mi mente limitada quedó el blanco de la pizarra.
Soltar, hay que soltar, pero....

"No puedes soltar algo que todavía no has visto".

Quietud y observación quedaron apuntadas como claves de la práctica. Yo diría que estábamos prestando atención en un grado de absorción uno, con la excepción de algún somnoliento que no podía controlar sus remates de cabeza. Normal, era tanta la cantidad de información que saltar de hiperexcitación a somnolencia era lo natural. El día concluyó con el suficiente cansancio general como para saltarnos el zazen del anochecer.

No puedo hablar de la meditación de la mañana siguiente porque no estuve allí pero según me dijeron, debió ser una experiencia similar a groso modo a la del sábado. El domingo escuchamos al maestro hablar sobre los niveles de absorción propios de la meditación Zen, de las tres naturalezas y del Nirvana. La mayoría no entendemos qué es eso del Nirvana. Muchos pensamos o hemos estado pensando que de alguna manera se entra en un punto de no retorno que te transforma para siempre. Sensei nos reiteró que no hay nada que ya no sea y que sea cual sea la experiencia de los altos niveles de absorción, lo importante es integrar y volver a la tierra donde tenemos que seguir andando con nuestro cuerpo y mente como cualquier otra persona. No nos vamos a librar de ir todos los días al curro con esto de la iluminación. Desilusión para algunos quizás. Frustración tal vez. Mucho sentido común.

La enseñanza del domingo, me conmovió hasta el punto de pensar que el Dharma es una medicina para el cuerpo y la mente. Encontré mucho gozo en el Dharma a través de las palabras del maestro, una sensación reparadora que marcó para mí la tónica del día. No hubo nadie que quedase impertérrito.

Concluimos con un tranquilo almuerzo todos juntos, cerquita del Dojo. Por último, pero no menos importante, tomamos el café de la despedida y aún conmovido por la compañía, el apoyo y el amor de la Sangha, tiñó de rosa el paseo de vuelta a casa donde al reencuentro con mi mujer rompí a llorar incapaz de expresar de otra manera todas las emociones que estaba experimentando y que brotaban de alguna parte dentro de mí, queriendo dar gracias a todos los seres.

Alivio y alegría.

Un fuerte abrazo a todos.
Carlos
Santa Cruz de Tenerife a 24 de junio de 2008